27 de junio de 2012

Vanesa 3

Hola gente bonita que lee mi blog.
Gracias por tomarse el tiempo de leer esta historia que, sin ningún tipo de negación, esta completamente basada en sentimientos míos, encontrados en un momento, en una misma trama, quizá no en la misma historia, pero que han sido recopilados y los he llamado "Vanesa"
También les recuerdo que este no es la primer parte del cuento, es la tercera. La primera parte se encuentra en este Link:

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Estaban comiendo, como si nada pasara. Vanesa abrió un poco la boca para poder decir algo pero un impulso la detuvo, así que para disimular su cobardía metió un pedazo de la carne por su fina boca semiabierta. Silvia la miro, como si se preguntara algo. Siguieron comiendo, como si nada. “Le falta sal a la sopa” dijo Silvia, y después de este absurdo comentario le siguieron otros, totalmente vacíos, que no significaban nada. Vanesa escuchó la ronca voz que alguna vez le dijo “Te amo”, la escuchaba tan lejana, completamente distante como si a cada palabra su silla se alejara un metro de distancia, eso le dolía. La metáfora pasó como un fantasma en la mente de Vanesa, y comenzó a contar palabra tras palabra: “Debemos-dejar-de-comer-tanta-grasa-daña-el-estomago”
-Nueve –
-¿Nueve?- preguntaron los labios gruesos de Silvia. Vanesa no respondió, ya no eran nueve, eran once metros. - ¿Me estabas prestando atención? – Ahora eran quince y Vanesa no se atrevía a hablar. -¿Por qué no respondes? – esa voz era tan tierna, esa voz se interesaba en ella.
- Diecinueve – dijo dudando.
- De acuerdo. – contestó y al tiempo se levantó llevándose los platos.

A veintidós metros de distancia y unos cuantos pasos más, eso la separaba de su único amor, sin contar el lago interminable donde día a día se adentraban cada una por su lado. Quizá Silvia navegaba con el fantasma del espejo, a su lado admirándola, sin poder tocarla. “De seguro esa Vanesa fantasma me ha de odiar...” Se sentó en el sillón y comenzó a leer su libro, así estuvo por unos minutos pero no logró concentrarse. ¿Por qué no podía hacer nada bien?

Su mano delgada y temblorosa escribió a un costado de la hoja donde iba “Quizás si ella reaparece, yo voy a desvanecer”.

20 de junio de 2012

Vanesa 2.

Las tardes eran monótonas, los días libres no se diferenciaban mucho de los días laborales, la única diferencia era esa bruma que le cegaba los ojos por 8 horas en los días laborales. Silvia estaba siendo lo mas fría posible, Vanesa no comprendía el por que, bueno, lo comprendía pero no llegaba a entenderlo completamente. En una de esas tardes, no recuerda ella si fuese día laboral o día libre, miró en su cajón desesperada buscando un cupón de descuento en la tienda del supermercado que estaba cerca del trabajo y encontró un cuaderno. Los ojos de Vanesa se llenaron de recuerdos ¿Cuándo fue que lo guardó ahí? El cuaderno tenía su nombre grabado en cuero, parecía una agenda pero no, era un cuaderno que un compañero de la preparatoria había hecho para homenajear a sus amigos. Lo había mandado a hacer especialmente para Vanesa, su nombre figuraba en el cuero café, el grabado de alrededor de la pasta era de mariposas (no sabía cuanto había gastado Omar en esos hermosos cuadernos) y en cada hoja rayada, al final estaba escrito en letra cursiva “¡Amargo es el dolor; pero siquiera padecer es vivir!” un fragmento de una rima de Becquer que Vanesa amaba. Jamás se había atrevido a rayar ese cuaderno era demasiado bonito. Miró la primera pagina, estaba escrita la dedicatoria de su amigo, en la siguiente pagina la letra de Silvia resaltaba para los ojos de su amante como si fuesen un montón de círculos entre miles de cuadrados sin elegancia. Breve pero cortante decía la nota:

“Baby i’m yours, Until the stars fall from the sky, until 2 and 2 is 3...” Ahí se detuvo. ¿Por qué no podía hacer nada bien? Cerró el cuaderno y justo cuando se disponía a olvidar ese amargo trago unas 4 hojas cayeron sobre la alfombra de la habitación. Una por una leyó cada carta, al final abrió donde quiera el cuaderno y las puso con firmeza entre sus hojas, sin olvidar leer con el rabillo del ojo “¡Amargo es el dolor; pero siquiera padecer es vivir!”

13 de junio de 2012

Vanesa 1

El día de hoy les pongo a su alcance una nueva historia. Esperando que sea de su agrado.
Esta historia nació un día cuando me preguntaba que es lo que había cambiado en mi, desde hace bastante tiempo me he estado preguntando lo mismo, pero no llegaba a ninguna conclusión; pero el sentimiento de no encontrarse, de sentir que los pies no están en el piso, fue lo que me incitó a plasmarlo en una historia, que procuraré actualizar cada Miércoles. 
El personaje principal es Vanesa. 
(Prox. Miércoles 20 de Junio) 


Recordaba como se veían los cristales mojados. Con un millar de gotas pegadas, algunas cuantas escurriéndose, algunas cuantas inmóviles. ¿Hace cuanto tiempo que no se preguntaba lo mismo? Lo ignoraba. Ella sabía que lo que tenía delante de su mirada, era lo mismo que vio una y otra vez, en su infancia, en su adolescencia, en sus años de estudiante universitaria, justo ahora. Ella estaba de regreso a casa, después de una monótona tarde en su trabajo. El transporte público iba lento por la lluvia, pero no había ninguna manera de evitarlo.
¿Cuándo había cambiado? ¿Qué parte de ella había abandonado su ser? ¿Qué parte de ella seguía en su ser? Ella imaginaba una parte de si misma, que se despegaba de su cuerpo, se alejaba de su ser como un fantasma, como un reflejo del espejo, lo imaginaba caminando primero a pasos de distancia de ella, después a metros y al final la vislumbraba lejana deambulando como si buscara regresar a ella pero algo no se lo permitía, y esa sombra triste se alejaba, como deseando jamás irse pero con la pesadumbre de tener que hacerlo. Vanesa quería ir a buscar esa sombra, quería abrazar la sombra tan fuerte que tuviese que volver a consumirse en su ser... Pero ¿Dónde estaba? ¿Qué es lo que ese ser tenía de ella? ¿Sería bueno buscarlo? ¿Sería mejor olvidarlo? “No puedo hacerlo. Es imposible” suspiró. Las gotas en el cristal eran las mismas que hace años, ella ya no lo era.

Cuando llegó a casa Silvia estaba ahí, haciendo la comida en la cocina. Sin pensarlo Vanesa la abrazó y suspiro lento en el odio de su amante la palabra “Te amo” a lo que ella respondió con un leve movimiento de cabeza.