Las
tardes eran monótonas, los días libres no se diferenciaban mucho de los días
laborales, la única diferencia era esa bruma que le cegaba los ojos por 8 horas
en los días laborales. Silvia estaba siendo lo mas fría posible, Vanesa no
comprendía el por que, bueno, lo comprendía pero no llegaba a entenderlo
completamente. En una de esas tardes, no recuerda ella si fuese día laboral o
día libre, miró en su cajón desesperada buscando un cupón de descuento en la
tienda del supermercado que estaba cerca del trabajo y encontró un cuaderno.
Los ojos de Vanesa se llenaron de recuerdos ¿Cuándo fue que lo guardó ahí? El
cuaderno tenía su nombre grabado en cuero, parecía una agenda pero no, era un
cuaderno que un compañero de la preparatoria había hecho para homenajear a sus
amigos. Lo había mandado a hacer especialmente para Vanesa, su nombre figuraba
en el cuero café, el grabado de alrededor de la pasta era de mariposas (no
sabía cuanto había gastado Omar en esos hermosos cuadernos) y en cada hoja
rayada, al final estaba escrito en letra cursiva “¡Amargo es el dolor; pero
siquiera padecer es vivir!” un fragmento de una rima de Becquer que Vanesa
amaba. Jamás se había atrevido a rayar ese cuaderno era demasiado bonito. Miró
la primera pagina, estaba escrita la dedicatoria de su amigo, en la siguiente
pagina la letra de Silvia resaltaba para los ojos de su amante como si fuesen
un montón de círculos entre miles de cuadrados sin elegancia. Breve pero
cortante decía la nota:
“Baby i’m yours, Until the stars fall from the sky,
until 2 and 2 is 3...” Ahí se detuvo. ¿Por qué no podía hacer nada bien? Cerró
el cuaderno y justo cuando se disponía a olvidar ese amargo trago unas 4 hojas
cayeron sobre la alfombra de la habitación. Una por una leyó cada carta, al
final abrió donde quiera el cuaderno y las puso con firmeza entre sus hojas,
sin olvidar leer con el rabillo del ojo “¡Amargo es el dolor; pero siquiera
padecer es vivir!”
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