19 de junio de 2013

Parte 2

La última vez que se habían visto fue meses atrás, cuando por casualidad se encontraron en la escuela.
Ese día ella subía las escaleras para buscar a su profesora de Química, consternada por un tema que llevaba tiempo intentando entender.
Por el pasillo de ventanas abiertas el sol alumbraba perezosamente, tiñendo todo de un color anaranjado... los rayos se extendían por el pasillo irradiando una sensación triste, como si el astro mayor estuviera aturdido o tal vez cansado por sus turnos interminables 12x12, sin tener momento para descansar. Aún faltaba tiempo para obscurecer, el reloj marcaba las 7:00p.m. (horario de verano) pero ella ansiaba irse rápidamente: el tiempo en el Instituto los últimos días de clase parecía lento y cruel, afanoso en burlarse de todos. 
Xitlali estaba pensando alternadamente en qué le preguntaría con exactitud a la profesora, se preguntaba por qué había asistido al colegio si sabía que sólo habría dos clases y por qué diablos no investigaba sola ese tema para largarse rápido de ahí. 
Se detuvo en seco. Quizás la profesora no había llegado, pese a que debía estar en ese salón quizás no estaba... pero eso no importaba. Caminó a la derecha para ir al edificio de Química, en vez de caminar a la salida; subió por las escaleras a un tercer piso y ahora ella estaba parada al inicio del pasillo donde su salón era la cuarta puerta. "Ya estoy aquí, no puedo regresar sin dar un vistazo. Ya está hecho, sería más inútil regresar ahora"

–Xitlali.– Escuchó detrás suyo.
–¿Cesar?– Respondió en seguida, al tiempo que giraba sobre sus talones. Y ahí estaba su chico: recargado ligeramente en el barandal, con un pie en el primer escalón y el otro en el siguiente, mirándola como siempre con aire insatisfecho... como si algo le faltara no a él, no a ella, si no al mundo. Apenas asintió cuando una oleada de calor le trepó desde el estómago hasta el pecho... estar ahí tenía sentido. Había ido a la escuela por dos clases para poder verlo y él no había llegado, no había subido esas escaleras para buscar a su profesora: lo buscaba a él. Se sentía patética. Cesar apresuró el paso y se detuvo delante de ella.
– Tengo una duda, iré con la profesora. 
–Mhhh – Respondió mirando a un lado – Estábienvale... te acompaño, yo iba con mi profesortambién.–Cesar hablaba rápido aveces, atropellaba las sin piedad tal cual como si alguien desesperadamente le empujara la lengua al hablar. 

Después de que cada uno hubiera resuelto sus dudas, se encaminaron a la salida. Distante el uno del otro se arremolinaban en silenció por el pasillo, sin tocarse. Afuera de la escuela se encontraron con sus amigos del instituto. Con ellos habían pasado el primer y segundo año juntos, en el último año habían cambiado de rumbos por las carreras de cada uno, pero cuando se encontraban y hablaban, parecía que el año no los hubiera distanciado. Xitlali estaba callada, siguiendo la conversación y sonriendo de vez en vez, pero no se atrevía a pronunciar palabra. Finalmente, pese a que su clase había finalizado a las 7:00p.m. (30 minutos antes) ella había tomado el autobús a las 8:55p.m.

Ahora él estaba delante de ella... bueno a unos 7 u 8 metros delante, mirando no sabía qué pero mirando como era su costumbre: Incompleto. Ella lo vio al inicio por el rabillo del ojo, inclusive había pensado "¡Miren! ¡Ese de ahí se parece a mi novio!", pero entonces el levantó la cabeza y miró la linea pegada al techo del anden: era él.

Llevaba tiempo sin verlo, meses tal vez. Sus amigas decían que ese chico de ahí ya no era 'el chico de Xitlali' sólo era un chico, pero ella sabía que ese de ahí era su chico. No lo había visto ni una vez, pese a que en el instituto se la pasaban juntos ahora no se encontraban a fuera, el día de su encuentro en Química ella se había convencido que ese beso y ese leve 'Adios' con la mano había sido la despedida total, definitiva :"Zayonara, beibe", y eso no la había hecho sentir mal, de hecho era una forma de consolar y evitar la despedida verdadera... pero no era así. Ella recordaba cuando intentó concluir definitivamente y recordaba también lo que él le había dicho. 
–Debo suponer que se acabó...–dijo ella
–No. ¿Qué te pasa? No te quiero perder, te quiero... Deverdad me importas mucho.–

Ahora estaban en el mismo vagón, a unos cuantos metros de distancia y ella no le diría 'Hola'. Juntos se atropellaban sus palabras, juntos se abandonaban en silencio, se besaban a escondidas y se arremolinaban en silencio como nubes. "Parecemos nubes, –Tarareo Xitlali– que se las lleva el viento, cuando hay huracanes, cuando hay mal de amores" Desvió la mirada de Cesar y miró de nuevo su libro.

Cuando Cesar la vio ella debía apearse dos estaciones más adelante: sabía donde vivía. Xitlali miraba su libro con aire ausente sin siquiera haber notado su presencia, aveces era tan tonta. El tiempo se agotaba, una estación más y su oportunidad se terminaba. Tomó su celular y cambió de canción... Aún faltaban unas cuantas estaciones para llegar a su destino.


14 de junio de 2013

Parte 1.

Hola gente que lee mi blog. En esta ocasión les dejo una narración que he escrito en mi tiempo libre, la mayoría de las veces empiezo escribiendo lo primero que me llega a la mente y la inspiración brota sola, espero que les agrade.
Los borradores los tengo en un cuaderno y cada narración es una Parte. La obra en general (el cuaderno) no tiene nombre pero el personaje principal es siempre la misma: Xitlali.


Parte 1:
La gente del vagón se balanceaba en la misma dirección en la que el metro se movía. Sus hombros chochaban entre sí, pero todos se ignoraban: para ellos así era el metro. Viajar en el transporte colectivo a esa hora de la tarde, cuando indudablemente el metro iba lleno, significaba chochar y rozar el cuerpo con un ente desconocido que de cierta manera significaba un obstáculo en su camino a casa. El metro, el transporte colectivo... Su transporte (desgraciadamente) colectivo, en unidad se expresaba así: en un sin fin de roces incómodos en un lugar incómodo. Junto a cada uno de ellos, un ser desconocido hedía a "Dios sabrá qué" y por supuesto, exteriorizando su presencia, olía así "Dios sabrá porqué". Mientras tanto en el vagón donde cada entidad ignoraba por igual al prójimo, el hedor subía y se asentaba en el techo, que a su ves se entremezclaba con la humedad que el sudor, que el calor provocaba. Sobre sus cabezas un espeso gas se mecía al unísono de ellos. Cada cual con su cada quien hablaba de su tema, creando un rumor extraño y de volumen alto que se extendía por todo el vagón y por cada estación, y a su vez se sumaba al ruido del siguiente tren, en la siguiente linea y en la siguiente salida: El rumor de las voces, producida por entes inexistentes en unidad pero importantes en comunidad, se excedía más allá del espacio actual, comprando la relatividad tiempo/espacio.

- El metro, es como entender la mente humana- balbuceó Xitlali.

El hombre a su lado le lanzó una mirada rápida como una ráfaga. El llevaba un portafolios en las piernas y un traje roído, que podía deducirse (con argumentos válidos) que en realidad no era un traje suyo si no de su abuelo de 1.54mts de altura (unos 10cm más pequeño que el actual portador). Apenas alcanzó con la mirada a la mujercita que ávidamente había hablado como si se encontrara sola en su apartamento cuando el metro se movió bruscamente, obligándolo a mirar el portafolios y sostenerlo antes de que cayera. La mirada duro un segundo aproximadamente y desapareció, dejando un aura extraña entre los dos. 

Xitlali se sintió observada por unos instantes pero después la sensación desapareció, así que no le tomó mucha atención. Quizás había vuelvo a pensar en voz alta. Sí quizás había hecho eso, pero no se atrevió a considerarlo seriamente: había hablado (si es que en verdad había abierto la boca) de algo que sólo ella entendía, algo que se plasmó en su cabeza durante todo su viaje porque ese pensamiento la había hecho sentir completamente sola. "Sola..." Suspiró para alejar sus cavilaciones a otro lado.

El hombre del traje roído había ido a una encuesta de trabajo ese día y había recibido la misma respuesta que ayer: "Nosotros le llamaremos" ¿No podían mejor decirle "Olvídelo"? Sería más rápido... o algo así desgarrador pero directo como "Es usted grande y hay 10 licenciados más jóvenes que usted aspirando a éste empleo. ¡Qué digo! Los vio en la entrada ¿Cierto? Ya lo sabe. Usted tiene experiencia, 13 años en la misma empresa, empresa que fue demandada por fraude, un fraude grande donde la mayoría de los empleados estaban involucrados. Aquí entre nos ¿Estaba implicado?... Mhh, parece que no, pero por si acaso... Dejémoslo así. Haga otra cosa. No es el único: hay 2.5 millones de desempleados en el país, no lo olvide: no está solo. Bueno, tal vez sí."
-Mentalidad humana ¿He? - dijo entre dientes. 

Delante de ellos una señora de edad avanzada los miraba. Escuchó el primer dialogo y el aura del vagón cambió, después casi como un eco escuchó la respuesta entre dientes... Entonces lo sintió. Miró con curiosidad a la niña que al entrar al vagón la había empujado: una muchacha de unos 14 años de edad que estaba parada delante de ella (atrás de Xitlali) sosteniéndose del tubo, mirando la puerta. No era la única persona en el vagón que la hacía sentir así, después de ser empujada caminó por el pasillo y encontró a un hombre que se hallaba sentado en el lugar que ahora ocubaba; lo había mirado con rabia, con recelo. "Tu abuela se a de morir parada" dijo con voz apenas perceptible, entonces el hombre se levantó con desgana y con una sonrisa falsa le cedió el asiento. "Bajo en la que sigue" dijo, pero la abuela y el sabían que no era cierto. Ahora la anciana miraba con aire lejano a todos en el vagón, sintiendo un hueco enorme... La verdad es que era sólo una vieja. 

Xitlali miró a la anciana delante de ella y sonrió como acto reflejo, pero la anciana no la miraba a ella. Miraba algo, quizás recordaba algo lejano a ese lugar, a ese momento... algo en otro mundo.

A un lado de la abuela una señora de 30 años se sentía abrumada. Desde que entró al vagón el calor y el sudor ajeno le había causado mareos, también (para mala suerte) ella iba de espaldas... el metro avanzaba al norte y ella miraba al sur. Después de tanto tiempo casada y de dar a luz a 3 niños su matriz se había vuelto un ser de quistes, por lo que se lo habían extirpado meses atrás, lo que le había adelantado su menopausia y ahora un bochorno se apoderaba de ella. Lo detestaba. Apenas notó el dialogo de Xitlali pero escuchó claramente lo que el hombre de traje respondió. Con indiferencia miró a la Abuela sentada a su lado, esperando un gesto de desaprobación  antes el monologo del "Asalariado", pero solo percibió tristeza honda y amarga. Frunció el ceño y miró a la joven sentada a un lado del hombre, pero al ver su rostro entendió que fue la única que escuchó el comentario. Debía bajar en la siguiente. 

Cuando la mujer bajó, a la siguiente estación la abuela se apeó y tres estaciones adelante Xitlali abandonó el tren. 
Xitlali subía las escaleras cuando la mujer menopáusica besaba a su hija en señal de saludo; Xitlali salió de la estación cuando la anciana le decía al hombre del taxi "¿Cómo que no hace descuento de Mayor de Edad?"; Xitlali buscaba las llaves de su casa cuando el hombre de cabeza raleada se amontonaba en la salida del metro en la última estación.

"Mhh, no. Más bien es como entender la Realidad humana" Recapacitaron, tarde o temprano, cada uno de ellos.